Después de la muerte de un niño, algún accidente o cualquier tragedia siempre hay quienes dicen, “¡fue la voluntad de Dios!” o, “Dios quería que el niño muriera.” ¿Siempre es verdadero este tipo de observación?
Depende del sentido …
Sí… Es la voluntad de Dios permitir las tragedias y las pruebas. Todo lo que pasa es permitido por Él.
No… Pero no es decir que Él quiera que pase todo lo que pasa. Hay una diferencia entre el permitir algo y el querer que pase.
Ilustraciones
Dios…
* …no quería que los israelitas se divorciaran, pero aun así lo permitió por la dureza del corazón de ellos (Mateo 19:8).
* … no quería que la gente primitiva tuviera más que una esposa (Génesis 2:24) pero lo toleró cuando Israel era una sociedad primitiva (Deut. 21:15-17).
* …no quería que tuvieran rey (1 Samuel 10:17-19), pero toleró que tuvieran uno.
* … no quiere que nadie se rebele contra él y perezca (2 Pedro 3:9), pero permite que los hombres lo hagan.
* Muchas veces los padres cristianos permiten que sus hijos hagan algo que no necesariamente quieren para que éstos aprendan las consecuencias de sus acciones.
Pienso en dos razones por las cuales Dios permite cosas que no necesariamente quiere:
1. Quiere darnos libre albedrío (Deut. 30:15-19). O sea, quiere que tengamos la capacidad para elegir. No quiere que elijamos mal, pero lo permite.
2. Permite tragedias y desastres naturales porque no quiere que nos apeguemos a este mundo, el cual ha sido corrompido por el pecado, sino que lo veamos como lugar de prueba (Romanos 12:2). Así los que le aman aprenden a soportar las pruebas y llegan a tener la vida eterna con Él (2 Cor. 4:17).
Cuidado con nuestras palabras.
Al morir un niño o al sufrir alguien en forma espantosa no digamos, “Dios quiere esta gran maldición.” Hablar así es hablar con los amigos de Job. Dios sí permite las tragedias, pero esto no significa que extienda la mano para matar a niños o hacer que los justos sufran en forma espantosa. Cuando sufrimos, echemos la culpa a Satanás y a las maldiciones que vienen por el pecado. No la echemos a Dios ni decir que Él quiere las tragedias de la vida.